El país se ha convertido en uno de acogida y ya no solo es de tránsito. Un senegalés escribió dos libros sobre la vida y las razones para quedarse. Otros se dedican a la venta ambulante o ser coristas. Aliou Ndiaye se instaló en Marruecos, como otros migrantes subsaharianos que buscan una vida mejor. Lo hizo ante la imposibilidad de llegar a Europa. “¡Todo el mundo tiene derecho a ir a otro país para probar suerte!”. Él asegura que muchos aspiran al continente europeo, pero algunos terminan quedándose para ganarse la vida, explica este senegalés, de 31 años, que era “exportador de pescado”. De cada 10 migrantes de África occidental, siete se quedan en otros países del continente, según un informe del centro de reflexión marroquí OCP Policy Center. Tras renunciar a la idea de llegar a España, Aliou Ndiaye se dedicó a varios trabajos antes de establecerse por su cuenta como vendedor ambulante en Rabat. Su recorrido ilustra una tendencia que polariza la atención de los responsables políticos, humanitarios y los investigadores: con la desestabilización de Libia y el endurecimiento de la política migratoria europea, el Marruecos que era “país de tránsito se ha convertido en un país de acogida”, destaca el Alto Comisionado marroquí de planificación.
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